Año nuevo

Cae la última hoja del calendario al tiempo que se enamoran la aguja grande y la pequeña. El momento del tránsito entre años es casi magia. Nos vemos en lo alto de una colina, tras una caminata de más de trescientos días y una mochila llena de cosas, la mayoría de ellas inservibles. Al oir los cuartos, damos un paso al frente, notando el vacío en nuestro cuerpo, fruto de los nervios ante lo nuevo. El otro pie permanece aún en tierra, dándonos una última oportunidad para sacar del macuto algo que llevarnos al nuevo año. Las primeras campanadas son la banda sonora original de nuestro importante salto. Y nos dejamos caer hacia el abismo del año que muere. Olores y sensaciones de doce meses más de paso, caras de ellas y de ellos, algunas quedarán relegadas en el reverso de la hoja, los besos en junio y los abrazos de marzo, las lágrimas de mayo. Aquel viaje un fin de semana de abril, la borrachera de noviembre. La agenda desprende vida y recuerdos. Allí arriba, a trescie...