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Mostrando entradas de abril, 2010

DUERMEVELA

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Martín el del primero se lo dijo cuando lo vio a las siete en el ascensor. Lo cierto es que no llevaba buena cara, igual que desde hace trece días, ni uno más, ni uno menos, a la derecha del calendario, anotaba con una marca de lapicero, casi imperceptible, las noches que llevaba sin pegar ojo. A base de cafés y cabezadas a deshora, conseguía mantenerse en pie. Su aspecto en la oficina fue advertido por varios compañeros, incluso por Aquilino, que ve poco de un ojo, dice que le tiene vago por una pedrada. La facha de Saucelle era un dolor, la barba de aquella manera, los ojos rodeados de una sombra roja, igual que si se hubiera dado de puñetazos en las cuencas, las piernas y las manos nerviosas, fruto de los quintales de café. Uno de los Mainar lo invitó a que se tomase unos día de descanso, que le vendría bien, pero valía más producir y producir, de hecho ante tal proposición se sintió molesto. Con el de hoy ya son catorce días sin dormir, era el único de la casa, porque tanto sus

Otras Salamancas

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Más allá de lo que dicen las típicas guías y recomendaciones de este u otro conocido, siempre se ha creído más recomendable tirar los mapas a la basura y perderse un poco en busca de otro tipo de visitas turísticas, esas que no son recomendadas nunca. Salamanca tiene ese don de la bipolaridad urbanita que poseen pocas ciudades a lo largo del mapa mundi, la doble cara, el blanco y el negro, pero que contradictoriamente, a los ojos del visitante habitual,  vive en una regularidad lineal que la hace ser la misma urbe tanto de día cómo de noche. Claro que hay monumentos y espacios que ver y (ad)mirar; conocida es la Casa de las Conchas, la Pontificia, las Catedrales, el gran foro de la Plaza Mayor, y demás reseñas de la guía de viajes de la hoja parroquial. Hay otra ciudad, mejor dicho, hay otras ciudades escritas en la contraportada de los libros de viajes, detalles de monumentos escritos al margen y a lápiz suave. Ciudades de zapatillas y pantalón corto, haciendo ruta desconocida