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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Izal, caramelos y una de radios.

Siempre es verano. Da igual que el calendario ya se vista con una colosal O de octubre. Da igual que el sol amanezca tibio y se acueste a las ocho sin ganitas. Eso sí, deja atardeceres de cinco estrellas en trip advisor. Siempre es verano. Siempre es verano en aquellas almas que así lo viven. No, no necesariamente tiene que hacer solecito e ir a la playa, pero a veces pasan cosas más allá de la típica sombrilla de playa o de la piscinita. Verano y septiembre es esa especie de tránsito entre un ciclo y otro, en realidad es el año nuevo de todos, aunque nos quedemos con la gaita de las doce uvas y el vestido de la Pedroche. Septiembre nos da nada más y nada menos que treinta días para hacer y deshacer lo de todo un año. Y a las doce de la noche de hoy, doce besos por guasap y pistoletazo de salida para un año que ya empieza. Septiembre, sí, pero vamos a irnos unos días atrás, justo cuando agosto se pone el pañuelico rojo y se pone bien perdidico de vino. Ahí también pasan cosas, a veces

Café del Sur

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Han pasado más de veinte años, bueno, la verdad es que no sé qué verano fue el de Port Aventura, noventa y algo, el de la inauguración. Si, puede ser. Yo no mediría más de metro cuarenta, pero aún así pude montarme en el Tutuki Splash y en la barca esa gigante que me provocó más de una náusea durante y después del meneito. Y de repente, una luz en forma de loro de colores cogió fuerza dentro de mi. Recuerdo que mi padre, antes de ser uno con el vacío, convertía mi cama en un catamarán de cañas con las sábanas de vela y me leía cuentos de Corto Maltés. Ni él había estado en Polinesia, ni ubicábamos bien Bora Bora, pero todas las noches convertía mi habitación en los Mares del Sur. Bueno, es que aún puedo escuchar el sonido de las olas que hacía mientras me soplaba en la cara. Lo de Port Aventura, inolvidable, me tocó la patata; de hecho creo que mi padre era el que me salpicaba en el Tutuki. Mi adolescencia fue más o menos normal, leía mucho, suspendía pocas, alguna novia más o menos in

Octubres en Kailua

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Vaya, otra vez. No falla, temporada de tormentones y los aviones dando vueltas por Santa Mónica hasta que por aquí le de la gana despejarse. Si, esto es el paraíso. O al menos es lo que dicen que es. Se parece al Edén. Pero cuando cae, cae. Se rompe el cielo en dos y caen goterones como cocos. Y no hay palmera que lo soporte, así tengo yo las mías, que más que palmeras parecen funerales. He de decir que esto es un rato al año, porque la mayor parte del año nos levantamos cantando el Aleluya de Haendel. A lo que voy. Me piden que describa Hawaii para un programa televisión. Llevo poco aquí, creo que unos dieciocho años. Poco o mucho, no lo sé, lo único que aquí llevar reloj no es importante, el tiempo va a otro ritmo, las manecillas son de otro rollo. A la semana de estar aquí recordé eso del "pánico práctico", el sacarme de mi urbe, de mi tráfico lento... Entre en eso, en un pánico muy útil, ya que ese pequeño trauma iba a desemboc

Vita senza orologi

Roma seguía su curso. Todo bien por el Tíber. Rómulo y Remo. Remo y Rómulo. Muchas "erres" para ser un viernes. La loba en su pedestal. San Pedro en su particular parra de piedra. Ay, cuántas "peses" Roma seguía su curso. Salvo para Enzo, que se negaba a ir en moto por el centro. Tampoco era de tirar monedas a la fuente. Ni de expeler un inmenso OH a los pies del Coliseo. Mejor ponerse de puntillas, ir más allá. Y lo bonito que es mirar azoteas. Dichosos Romanos, siempre mirando al suelo. Roma seguía su curso. Su curso lineal. Impasible, a veces tétrico. Anonido con tonos entre gris y muy gris. Enzo sabía que hay esperanza. A día de hoy lo sabe. Enzo sabe. Si, mejor en presente. Él, el de los esguinces de corazón sin avisar. El de la bola de cristal. Aún recuerda con cierta sorna la última. No dijo nada, excusa de manual y a vivir a la Toscana. Florencia no se merece eso. David se ha puesto hasta moreno.

La increíble historia del Coco Loco

- Espectacular. - Más que espectacular, delirante. - No tengo palabras. - Y eso que mal no se te da. - Bueno... - Si, calla, anda. - Bueno pero lo del martes aquel... - Lo del martes aquel y lo del sábado aquel  y lo de... - Va va, que la palabrera a veces se me revoluciona. Espectacular fue lo de aquella semana entre agosto y septiembre de 1999. Absolutamente todo. Todo. Y todo es todo. Todo el azúcar del planeta se había evaporado y convertido en estrellas. - En estrellas de azúcar, más monas... - Hija mía, estrellas al fin y al cabo. ¿Y cómo es un mundo sin dulce? ¿Aburrido? ¿Menos noño? ¿Ásperete? Bueno, es un mundo diferente. Pero. Pero siempre hay un pero. Para esa falta de azúcar siempre hay un plan B. Los románticos estaban nerviosos esos días, el caos se venía sobre sus cabezas. El dulce caos. Bueno, de dulce ya nada. ¿Qué sería de los poemas? ¿De los candados en las verjas? ¿Se habría muerto ya Alejandro San