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Mostrando entradas de mayo, 2009

Blanco y violeta

No contabas con esa tarde, estaba fuera de tus planes, no la tenias anotada en la agenda. Sólo se podía esperar y rezar, encomendarte por una vez en tu vida a algún dios. A medida que pasan los minutos tus mucosas se van secando, lo que te obliga a ingerir todo el agua que te rodea para paliar tu sed. El plan B para esa tarde es continuar con la novela que tienes entre manos, pero eres incapaz de concentrarte, lees dos o tres páginas, que tienes que volver a releer, no estás concentrado. Intentas tranquilizarte, pero tu pulso en esos momentos está desbocado, la sangre explota en tu cuerpo, eres todo nervio, no cabe duda. Y de tus manos, mejor ni hablar, se mueven temblorosas, casi patológicamente, no estás ni para robar campanas. Enciendes la radio, la vuelves a apagar, para después volverla a encender. No puedes estar atento a nada, te puede la tarde del domingo, esa con la que no contabas. Intentas, solo intentas mandar un mensaje por el móvil, pero no sabes que poner ni a quién mand

CAFÉ

Me levanto todas las mañanas con la esperanza de verte ocupando parte del periódico. Tengo la costumbre de consultar primero la programación de la televisión y de ahí hacia atrás, deteniéndome unos segundos es los obituarios del día. En mi despacho tengo a mano unas tijeras, para recortar la esquela en la que salgas alguna vez como titular, seguido de tus familiares, esos que rogarán una oración por tu alma. Mi aspecto a primeras horas de la mañana es un poco desastroso, sin afeitar, con ojeras, los ojos medio cerrados y con la mente aún en fase REM; sólo me despierta un café bien cargado. Cada cucharada de café que echo en mi taza la saboreo cómo si se tratasen de tus cenizas. Sólo me echo dos cucharadas, porque no creo que tu alma vaya a ocupar más en la urna que contendrá tu cuerpo. Recuerdo, cómo si fuera la oración de todos los días, las palabras de Delibes en el hereje. Puedo verte procesionar, con el sanbenito acusatorio, hasta el Campo Grande...en que hora desapareció la inquis

Castillos de seda

Mis mañanas son iguales desde hace un año y medio, día arriba, día abajo. Me levanto a las siete, e incluso antes, para poder llegar a las ocho al hospital. Es mi segunda casa, bueno, es mi casa. Hago un termo enorme de café con leche, llevo dos periódicos (tres si es domingo) y ocasionalmente una revista, todo esto, con el fin de lograr distraerme en ese cubículo blanco, aséptico, perfumado en dolor y en alcohol. Los pasos que doy son lentos, en sintonía con mi mirada, dirigida hacia el suelo, hace tiempo vendí mis sonrisas para conseguir algo de dinero y así comprar otras más bonitas para dárselas todos los días a  mi mujer. Ando con una mano en el bolsillo, apretando con mi axila la prensa; en la otra mano llevo la bolsa con el termo, pienso constantemente en lo que piensa la gente cuando me ve todos los días, vestido con los mismos ropajes y sentimientos. Tardo unos veinte minutos en llegar al hospital, allí me siento, extrañamente, a salvo, no sé decir por qué. No sé qué es de mi

Y ME HARÉ UN COLLAR DE PERLAS

No sabes lo que te mueve a hacerlo, pero lo haces. Sabes que no es necesario, pero no puedes pasar un dia sin probarlo. No te gusta, es más, lo aborreces. La primera vez que lo probaste, cuando eras muy inocente, pudiste sentir tu tráquea estremecerse. Lo pasaste realmente mal. Notaste cómo tu boca desaparecía, los dientes se iban consumiendo con cada trago. Pero lo hacías, y lo haces. Se te escapan las lágrimas, el escozor en tu pecho es insufrible. Tu espejo asiste callado a las muecas más horribles que un ser humano puede mostrar. Cuando acaba ese suplicio te sientes bien, relajado, apenas te queda sangre en el cuerpo. Termina la tortura. Hasta mañana por la noche, cuando vuelvas a hacer tus gargaras con enjuague bucal.

Tomando la calle (II)

Letras en Las Ramblas. La alquimista La señora del herbolario, ordenando un poco su escaparate. Sus manos se mueven rápido, mezclando un aroma con otro, una brizna verde con una roja. Te asomas a la trastienda, en dónde seguro que guarda el secreto de la piedra filosofal. Timidez Los turistas quemados por el sol. No sabes si el tono de su piel es fruto del sonrojo o de la ausencia de protector. Mantener la cabeza fría Te tomas un helado de café. Lo tratas de disfrutar pausadamente, pero se queda en eso, en un intento. Las consecuencias de engullir ese bloque de hielo las conoces. Caes en tu trampa una vez más, sientes tus neuronas vibrar, notas el aliento frio de la muerte en las meninges. Esperas, entre dolores, que acabe el invierno en tu cabeza. Constelaciones El tren de hoy es el doble de grande de lo normal, dieciocho vagones. Han enganchado un convoy con otro, el número de viajeros así lo precisa. Igual que ayer, cuando viste en el cielo a la osa menor seguir a la osa mayor. Libe

LA CALLE DE LOS CUENTOS (I)

Literatura breve, compuesta tras los paseos por La Rambla. El bosque de las hadas. Una pareja de artistas callejeros encarna a las hadas de los cuentos, sus disfraces de color verde y amarillo te recuerdan el frescor de los limoneros. La niña que se acerca a echarles su moneda se queda mirándolas fijamente, mientras las estatuas vivientes la acarician el pelo con una dulzura que te conmueve. Se despide agitando su manita de cuatro años, acaba de conocer a las protagonistas de sus historias y sueños. El juglar Te encuentras con tres jóvenes, crees que son irlandeses por el tono rojizo de su cabello y la palidez de su piel. Hacen sonar con maestría el fagot, el piano y el banjo. Ves las fundas de todos los instrumentos, y te preguntas sobre como trasladaran el inmenso piano calle arriba o calle abajo. Esperas paciente el fin de su actuación para resolver el misterio. Añaden unas ruedecillas, semejantes a las pequeñas bicicletas de la infancia. El trío de la isla esmeralda echa a andar, b

(SIN TITULO) No tengo palabras

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¿Por dónde empezar? - Empieza por el principio, ¡hombre de dios!. Bueno, el caso es que han publicado uno de mis relatos, en este caso el relato-poema "Tú, pueblo...tú, vida" en Mil Veus (os recomiendo que os dejeís perder entre sus letras). Estoy contento, nunca antes imaginé algo como esto.... estoy poniéndome ahora mismo de todos los colores. Hasta el punto que, de los nervios, no sé como se escribe RAGSAIC, GACRIAS, SGAIRAC... A [M] le (soy de Valladolid...leísmo..) corresponde también un GSIAARC

Noventa y nueve

Destino: tú Los viernes de él son como los de ella hasta la hora de comer, tras la digestión, las agendas de ambos mutan en diferentes maneras de aprovechar las tardes de los viernes, adventistas del fin de semana. Él, inventor de excusas, creador de fábulas con tal de verla, abre su libro de cuentos para hacer una anotación más en su recopilatorio de historietas, esas en las que al final el príncipe derrota al dragón. No le importa la distancia ni tampoco el coger un tren que no sabe si hará parada en sus besos. Simplemente la ama. ****** Presentado al III Concurso de Relatos Cortos, Renfe Cercanías. Requisito: noventa y nueve palabras, título incluido.

Tomad y bebed, pero vamos a escote.

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Jesús tomó la palabra: - Os he reunido aquí porque estoy hasta la sotana de alguno de vosotros que se escaquea todos los meses de pagar la peña, ¡se acabó, esta es la última merienda cena que montamos!. - Pero, según los profetas - dijo Pedro- usted ha montado esta merienda para instituir la eucaristía y entregarse a la humanidad en el mayor acto de amor de... -Calla- interrumpió el maestro muy enojado- ya se que mi padre es El Todopoderoso, pero no es el Banco de Israel, "asiejque"* ya estaís saliendo aquí, a la palestra, los que debeís pasta. Los doce se hicieron los suecos (siendo Suecia en ese momento de la historia un inmenso fiordo sin evangelizar) y miraron para otro lado. Pasaban los segundos, un minuto, dos... - ¡Qué pasa!, que nadie va a salir, ¿no?- dijo Jesús - -¿Soy yo el moroso? - dijo Juan. -Yo seguro que no soy - negó Pedro por cuarta vez. -No sé, no sé...¿yo? - Tomás y sus dudas. -Yo...no tengo dinero, que vengo de hacer mi camino - dijo Santiago. -¡He sido

EL DE LAS CUATRO Y MEDIA

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Louise es una chica bastante inquieta, muy observadora, la gusta...la encanta inventarse cuentos sobre la gente que ve cada quince días en el tren de las cuatro y media. No así la Srta. Clemens, todo tranquilidad, exportadora de paz y de muy buenas vibraciones; siempre pide el asiento 2V (ventanilla). El trayecto hasta Missoula es largo, las manecillas del reloj peregrinan hasta la hora de llegada con el paso de un inválido. - La lectura es un buen pasatiempo - opina Anne Perkins - pero voy a echar un vistazo a los paisajes - dijo antes de girar su asiento. El convoy atraviesa con todo el tiempo del mundo Wyoming, de hecho hay testigos que aseguran ver a la locomotora echar la vista atrás, como si no quisiera llegar nunca a su destino; extraña melancolía. Son ya más de las cinco y cuarenta de la tarde. - Perdone...perdone...señor.... - bisbisea Louise. - Oh, disculpe. - ¿Tiene hora?. - Oh, si, disculpe, son las cinco y cuarenta y seis. La misma escena. Los mismos protagonistas. En el d

TARDE DE JULIO EN MONTANA

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-¡A ver, sonrían!. - No me distraiga con sus bobadas, melenudo - - Tchsss...John, por favor, que te pierdes...- dijo la señora Perkins con su habitual y dulce tono - deja a este joven que haga su trabajo. - Pero Theresa, tengo aún mucha labor...- -...calla..., será sólo un momento - Y es que no estaban muy acostumbrados a tantas moderneces en el Condado de Carter. Tras ser retratados, los Perkins reanudaron su vida. John, siempre refunfuñando, en su plantación de sorbo. Theresa, la dulce Theresa, sonriendo con las caras que pone su marido cuando jura en arameo. Una tarde más de julio en Montana. La vida ha de seguir.

TIRANDO ARROZ A DAR

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- ¿Cuánto dices que queda? - ¿Para? - Para el juicio final. - ¿Eh? - Para llegar a Madrid, hombre empanadilla, jajaja – contestó Silvia mientras se reía. - Ah…jajaja…pues, suma una hora y otra más para entrar en Madrid – dijo Jon con otra sonrisa. - …buf…- resopló ella mientras mataba de un sorbo la botella de agua. Y es que ir a Madrid en coche siempre, siempre, siempre (y siempre por cuarta vez) es una odisea, incluso cuando vas a una boda, se te quitan las ganas de desearles lo mejor a los novios. No es el caso de Jon y Silvia, buenos amigos de la universidad, que junto a Irati, la casamentera, formaron el denominado “trío la la la” cuando hacían económicas en la UPV allá por los noventa y mucho. - La primera que se casa – suspiraba Silvia. - No, Jesusín se casó hace dos años. - Ah, si, Jesús… - Tu queridísimo Jesusín… - respondió con cierta sorna Jon. - ¡Calla!, no me lo recuerdes – sentenciaba Silvia con una m

PILDORA (TRES)

Por los pelos, pero he llegado justo a tiempo para mandar "La Dama de la Fuente" al Ciudad de Huesca. Por ejemplo: "Me perdía a propósito, con la idea de dejarme llevar por el empedrado de las calles, ese sería mi rumbo, sin mapa, sin destino…sólo dejarme llevar. Esa misma tarde, en mi primer paseo por Huesca, hubo una cosa que me agradó. Usé la magia blanca que aprendí de mi abuela en Guinea y observé que el aura de la gente con la que me cruzaba en mi paseo era de color azul claro, el color con el que pintamos a los nobles en mi tierra. Son las ocho, y sigo al lado de la dama de la fuente." ********* El sillón K de la RAE es mío - Ni lo sueñes, ¡juntaletras!, vete a tocar las narices a Ansón, en la "ñ" - gritó la señora Matute.

PILDORA (DOS)

Un poquito del relato envíado al III Certamen de Escritura a Cielo Abierto‏ Tema: la explotación infantil. "De vez en cuando alzaba la vista al cielo, en busca de alguien que enviara un castigo divino a su padre, ese que nunca estaba y al que tampoco se le espera. Gracias a papá, parte de los Ortiz se encontraba rozando los límites del inframundo y bailando todas las mañanas con la supervivencia. El juego, el juego y los malos negocios, las veladas de puro y ases de picas… Le duele aún la cara de las ostias con las que anunciaba su padre la llegada a casa, perfumado en fracaso y alcohol. Pero aún más le duelen las que conserva su madre. -...valiente hijo de puta…- dijo en voz baja."

¿Imposible?

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- ¡Alto, policía! Pero Gunnar seguía corriendo sin hacer caso a las órdenes de los dos guardias que le perseguían. - ¡Deténgase, deténgase! - ¡Alto, alto a la policía! La persecución ya duraba más de cuarenta minutos por las calles de Oslo. Gunnar llenó sus pulmones de fatiga. Ya no podía más. Tras la segunda tanda de avisos, los dos guardias abrieron fuego. Dos disparos. Uno a la pierna derecha, frenando la huida del asesino. El segundo, en el epicentro de la espalda, el que le tumbó. Y todo acabó en el puente. Beltrán, mientras tanto, seguía atascado en el "érase una vez..." de su eterna novela. - No puedo más, yo no valgo para escribir.... La noche y el sueño se apoderaron de su cabeza. Optó por apartar la pluma y los papeles de la mesa. Descansó hasta mañana.