Y eso, eso de viajar a las estaciones, que sí, que decían que se podía, y vaya si se puede. --- Verano, como aquel día, cuando el sol, en todo lo alto, te hacía la ola en pleno mes de agosto. Y tú, elegante, oliendo a ganas y a brisa marina. Verano, como aquel día, ya con septiembre florecido, que me tiré sin red a todos tus acantilados. --- Y que sí, que no hace falta billete, bueno, sólo de vuelta. La cigarra y su hasta luego, el grillo, vuelva usted pronto, Y eso, que se viste el otoño, de kilómetros y de sábanas, de atardeceres y de cero tristezas. Otoño, la segunda primavera, triste para el que no se sabe divertir, y ese fresco que invita al abrazo y al meñique. --- Los días breves, las ganas y sus auroras, invierno en nosotros, pero ese invierno de Buenos Aires, ese diciembre con calor de verano, con postales de agosto. Ay, qué poco dura el sol, pero que bonita la luna en tus ojos. ¿Y la primavera? Vamos a encontrarla. ¡Va loca de soles y loca de trinos!
Marjayoun – Eb el Saqui, una tórrida mañana de julio: Han pasado ya quince días desde mi llegada al Líbano, hasta el momento la experiencia está siendo más que satisfactoria. Beirut lo pude ver la primera noche, en la madrugada del domingo al lunes nueve de julio, la verdad es que desde el aire es impresionante, por fuera parece una gran ciudad europea, con hoteles de lujo, franquicias de comida; en determinadas zonas del dentro es dónde suele haber un poco más de tomate. De Beirut hasta la base fuimos en autocar, tardamos unas tres horas en hacer el camino, el sol y nuestros compañeros de la primera rotación nos daban la bienvenida a eso de las cinco y media de la mañana. Ya me he ido acostumbrando al calor, también a que a las seis ya sea “muy de día” (aprovecho para correr un rato) y que a las siete de la tarde haya que ponerse algo encima porque refresca, a esas horas también es de noche, las seis en España. Las horas ...
Una vez más el avión llegaba con cierto retraso. Cierto, esa palabra que lo mismo valía una hora como seis, pero en el Ferenc Listz cuando las nieblas se ponen, te invitan a sobrevolar el imperio Austro Húngaro hasta tomar tierra. Pero a él no le importaba, llevaba ni se sabe el tiempo esperando esos ojos; bueno, esperar no es el verbo, es navegar, navegar por esos ojos. Zoltan era una especie de ser humano habitante de lo que él llamaba, el multiverso, un concepto peregrino que salió de no se sabe que novela de ciencia ficción. Tras pasar por Bellas Artes y licenciarse con nota, empezó a dar clases de dibujo técnico a futuros ingenieros, esto le duró un par de meses, demasiado frío todo, muy alejado de lo bello del arte. Puso una academia en una de las salas de su piso, con tal éxito, que el piso entero acabo siendo un pequeño Parnasillo con más de cincuenta matriculados, de hecho hasta se permitía el lujo de tener empleados, estudiantes de último curso de la facultad que echaban una ...
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