Marjayoun – Eb el Saqui, una tórrida mañana de julio: Han pasado ya quince días desde mi llegada al Líbano, hasta el momento la experiencia está siendo más que satisfactoria. Beirut lo pude ver la primera noche, en la madrugada del domingo al lunes nueve de julio, la verdad es que desde el aire es impresionante, por fuera parece una gran ciudad europea, con hoteles de lujo, franquicias de comida; en determinadas zonas del dentro es dónde suele haber un poco más de tomate. De Beirut hasta la base fuimos en autocar, tardamos unas tres horas en hacer el camino, el sol y nuestros compañeros de la primera rotación nos daban la bienvenida a eso de las cinco y media de la mañana. Ya me he ido acostumbrando al calor, también a que a las seis ya sea “muy de día” (aprovecho para correr un rato) y que a las siete de la tarde haya que ponerse algo encima porque refresca, a esas horas también es de noche, las seis en España. Las horas ...
Lo consiguió. Aunque le ha costado, horas y horas de sábados por la mañana, en la librería, delante de público de no mucho más de medio metro. Prometió hacer mucha más magia, más aún, contando cuentos. Y vaya si lo ha logrado. Sus exigentes criticos han abierto mucho los ojos, no se quieren ir de la moqueta de la tienda, pese a las prisas de las madres. Ha hecho globos con las palabras. ******* Imagen cedida de la colección Jordán y su cámara.
Cuánto tiempo ha pasado, desde que alguien vino por aquí la última vez, las piedras ya se han fundido con el viento, las calles han borrado los pasos de la gente, los muros, ya no reviven con la lluvia, la tierra, ha olvidado los juegos de los niños, los campos, mueren ahogados por los macabros deseos del tiempo, el cielo, cegado por una eternidad maldita vestida de negro y tristeza. Cuánto tiempo ha pasado, desde que estaba vivo, cuánto, desde que el silencio se hizo dueño y señor de las esquinas y las calles, cuánto, desde que mi triste destino me arrebató la vida, cuánto, desde que el veneno del olvido manó de aquella maldita fuente, Ya no existo, nadie me reconoce, solo las sombras que vagan por las tapias mutiladas, que vuelan por los tejados hundidos por el peso del olvido, vestidas de luto, sólo ellas me visitan. Me recuerdan que no hay nadie, y que jamás vendrán, y no vendrán porque ya no existo, nadie se acuerda, soy una sombra, una sombra en el paisaje, perdido, perdido en el...
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