DUERMEVELA

Martín el del primero se lo dijo cuando lo vio a las siete en el ascensor. Lo cierto es que no llevaba buena cara, igual que desde hace trece días, ni uno más, ni uno menos, a la derecha del calendario, anotaba con una marca de lapicero, casi imperceptible, las noches que llevaba sin pegar ojo. A base de cafés y cabezadas a deshora, conseguía mantenerse en pie. Su aspecto en la oficina fue advertido por varios compañeros, incluso por Aquilino, que ve poco de un ojo, dice que le tiene vago por una pedrada. La facha de Saucelle era un dolor, la barba de aquella manera, los ojos rodeados de una sombra roja, igual que si se hubiera dado de puñetazos en las cuencas, las piernas y las manos nerviosas, fruto de los quintales de café. Uno de los Mainar lo invitó a que se tomase unos día de descanso, que le vendría bien, pero valía más producir y producir, de hecho ante tal proposición se sintió molesto. Con el de hoy ya son catorce días sin dormir, era el único de la casa, porque tanto sus ...