Mañana de reyes

Verlas no tiene precio.
Sentirlas no se pagan ni con todos los tesoros hundidos en el mar.
Pura magia...pero sin trucos.

En unas navidades especiales, la sonrisa de un niño es la mejor medicina contra los catarros de melancolía vallisoletana.
Las fiestas se aventuraban bastante catastróficas...nada más lejos de la realidad.

Pero de un tiempo a esta parte, todas mis noches son noche de reyes, envueltas en magia y en inocencia.
Nervios, dudas, deseos de que amanezca para ver qué regalo me depara el nuevo día.

Una segunda oportunidad en la vida, ese es mi regalo.
Una segunda oportunidad en la vida, ese era mi deseo.

Y no sé por qué, pero los niños de Huesca cada vez que me ven se ríen.
La culpa es mía, que les hago alguna payasada para robarles una de sus sonrisas de caramelo y algodón.

Sin duda alguna, en los Pirineos he encontrado algo parecido a lo que los sabios llaman paraíso.






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