Ninette y un señor Murcia (segunda parte)


-¡vamos Barcelona...da ya las ocho!-gritaba Anna a su despertador
Su prisa era comprensible, ese día comenzaban las que iban a ser según ella "las mejores vacaciones de su vida".
Anna tiene 18 años, mucha prisa y mucha hambre, sobre todo de mundo.

Se levantó dando un brinco, literalmente, se duchó, y desayunaba mientras fingía atender las últimas advertencias de su madre.
-sí mamá, claro mamá...-recitaba Anna.

Iba con tiempo de sobra, pero Anna era de las que le gustaba disfrutar de sus viajes lo más posible, y el sólo hecho de buscar su asiento en el tren la correspondía dentro de su derecho a días de vacaciones.

-...talgo...talgo...talgo..vía 3..¿no le hay más viejo?-reclamó con ironía.
Empezó la busca de su asiento, el número cinco ventanilla del vagón veintiseis, y dandó resoplido se apoltronó en él sin haber dejado las maletas.
La maleta más bien, Anna se saltaba el tópico de los grandes maletones anejados a las mujeres.

Ya sentada, lista para partir, empezó a buscar a sus nuevos compañeros de viaje, pero sólo había uno en ese cuarteto de asientos.
Mirando a la ventana, apenas sin inmutarse y sin hacer movimiento alguno, se hallaba un señor ya entrado en años, que tenía toda la pinta de ser payés.
Vestía un jersey muy gordo de color granate (inusual para ese mes de Julio), pantalón de pana gorda de color crudo, y en los pies unas zapatillas de rejilla con unos calcetines tomateros de color blanco.
En su cabeza, para completar el estereotipo, una boina calada hasta las cejas.
Sus manos, ásperas y agrietadas por el trabajo y la edad, asían con firmeza una pequeña cesta llena de productos de la huerta, imagínese el lector o lectora a Paco Martínez Soria viajando en tren
Lo más curioso de ese buen hombre es que llevaba una chapita en el jersey que ponía, "Dimas".

-..Dimas..-leyó Anna.
-el mismo, señorita, para servirle a usted-respondió el hombre.
-..ah, gracias..-contesto ella ojiplática

Anna iba a Murcia, a casa de sus tíos, sus padres irían dentro de 10 días a buscarla, mientras tanto tenía todos esos días de crédito para aprovechar sus recién cumplidos dieciocho años.
Y el viaje no podía empezar mejor, a Anna esas situaciones tan pintorescas la fascinaban por la dosis de humanidad que había en ellas y que luego trataba de volcar en sus cuadernos de ilustraciones.

El tren avanzaba lento pero seguro, es la magia del Talgo, y hasta pasadas casi dos horas no se volvió a entablar ningún diálogo.
Dimas permanecia inmóvil pegado a la ventana, y Anna se dedicaba a sus dibujos.
En un intento de acercarse a Dimas y a su historia, Anna empezó a dibujar la cesta de hortalizas del campesino.

-..que haces maja...-la dijo el hombre inmediatamente después de hacer la primera linea de una futura lechuga.
-...pues, dibujo...es una de sus lechugas...¿no le importa, no?-contestó Anna.
-¡pero hombre, esto no es una lechuga, esto es una col, hay que ver cómo son los de ciudad, de no distinguir lechuga de col, col de lechuga, allí comemos lechuga a todas las horas, aquí no comen, por eso no las distinguen, tienen que comer mejor...-
Dimas inició un monólogo sobre las bondades de la huerta murciana que dejaron a Anna con cara de medio asombro y la otra media de impotencia al no poder parar aquella tromba de palabras.
La chica no quería ser descortés y asentía con teatralidad todo lo que Dimas contaba.
En una de las pausas, volvió a sus dibujos, pero al buen hombre no parecía importarle, él seguía hablando y hablando como un robot.

La clase de huertología duró 10 minutos.

Pasaban las horas, las estaciones y los túneles...
Había hambre, y Anna se fue a la cafetería, no sin antes convidar a Dimas, que seguía en la misma posición después de 5 horas de viaje, a que la acompañara a tomar algo.
-¿le apetece un café?-
-cafe, cafe, cafe, cafe...el médico me ha dicho que no tomé cafe, que me da de los nervios, me ha dicho que pasee, que pasee mucho y que coma lechuga, el cafe no es bueno, aquí toman mucho café, van todo el día con prisa, es mejor pasear-

Anna se volvió a quedar de medio piedra, medio lana, el buen hombre iniciaba otra vez su diálogo consigo mismo, esta vez sobre las pocas virtudes del café.
Asique Anna agachó la cabeza y se fue a la cafetería, que estaba en el vagón de al lado.
A la media hora volvió a su sitío, Dimas callaba y seguía en su posición...ya iba para 6 horas, toda una heroicidad teniendo en cuenta la calidad de los reposaculos del talgo.

Se acercaban poco a poco a Murcia, Anna estaba nerviosa...-10 días sin la plasta de mi hermano-pensó aliviada.
Dimas seguía con su disfraz de campesino, congelado, pegado a su ventanta y amarrado a sus verduras.

Cuando la voz que anunciaba la parada en Murcia (curioso empleo este el de ser voz de tren), un operario de Renfe se acercó a Anna y la entregó un papel, parecía un test de esos de calidad.
-Le importa rellenar este cuestionario, señorita-inquirió el operario.
-No, por supuesto-sonreía Anna.

Nombre...apellidos...edad...dni...estación de salida...estación de llegada...lo típico.

Anna estaba concentrada en sus nuevos deberes, hasta que advirtió la situación almodovariana que se estaba produciendo detrás de la hoja.
El operario estaba desenroscando la cabeza del pobre ¿hombre?.
Al instante vinieron otro operario de renfe y un señor con bata con pinta de científico muy listo.
Mientras los dos currelas desmontaban a Dimas y le metían en una inmensa caja de cartón, el hombre de la bata examinaba cada pieza en busca de algún cable roto, o algún fusible con error.

"Gracias por responder a nuestro cuestionario DIMAS (Desarrollo e Investigación Murcia-Alto Segura)..."

Sí, sin duda alguna esas iban a ser las mejores vacaciones para Anna.

Comentarios

Srta. M ha dicho que…
jajajajajajajaja increible..... alguna que otra vez me había dado por pensar que los murcianos son un poco raros....pero hasta ese punto...

Estoy segura de que efectivamente fueron las mejores vacaciones de Anna
ROCÍO ha dicho que…
y ehto qué eh lo que eh!!???^^
empecemos la semana, auh auh!! espero que haya publicidad, porque la serie se alarga peligrosamente, jojo!

besáncanos!

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