Palabra de Dios (3) - Ecce Venio *

Los primeros sonidos propios de la berrea, servían de cántico introductorio para el tiempo del otoño.
La vuelta a clase, el clima fresco y el lento envejecimiento de los prados que rodeaban Layés, eran síntomas inconfundibles que marcaban con rotulador rojo el mes de septiembre en el calendario.

Marcial Setién preparaba el macuto para volver a África en unos diez días, no sin antes acompañar a su sobrino al seminario diocesano de Santander, y así saludar a viejos compañeros de ministerio sacerdotal.

El catorce de septiembre, víspera de la fiesta de la virgen bien aparecida, patrona de Cantabria, los Setién al completo subieron hasta Santander para acompañar a Carlitos en su, esta vez sí, verdadera aventura.

El viaje en tren hasta la capital duraba algo más de dos horas, tiempo suficiente para contemplar un variopinto panel de sensaciones entre los Setién.
Mientras Carlitos miraba el paisaje con una sonrisa pintada en los ojos, sus padres contemplaban al enano con cierto temor, y con cierta sensación de duda...¿estaban haciendo lo correcto?.
Marcial Setién, mientras tanto, con mucha tranquilidad, veía a su sobrinos, mandándole con su mirada buenas dosis de paz y de tranquilidad.
El jesuita notaba que Carlos Setién estaba sentado en ese tren con sinceridad.
La decisión de semi internarle en el seminario no iba a ser en vano.

Alrededor de las dos y media de la tarde, la familia al completo llegó al seminario de la capital cántabra, dónde les esperaban el padre Cabarga y el padre Morlán, rector del seminario.

- ¿Marcial....Marcial Setién...?...¿tú? - preguntó el rector.
- Si don Santiago...soy yo - contestó el jesuita entre sonrisas.
- ¡¡A mis brazos!!, ¡¡A mis brazos!! -

El padre Morlán estrujó entre su gran barriga y sus brazos al misionero, preso de la emoción al ver a uno de sus mejores alumnos de vuelta.

- Ya me han dicho que vienes con buenas noticias Marcial -
- Sí padre, cómo ya le habrá comentado el padre Cabarga, mi sobrino empieza este año estudios menores de seminario...Carlos...Carlos ven.. -

Carlitos Setién se acercó poco a poco, con la típica precaución ante la novedad.
Muy pronto el rector rompió ese frío momento, pellizcando ligeramente las mejillas del pequeño.

- Así que tu eres el sobrino de Marcial...¡¡qué buenas semillas ha dejado el Señor en tu familia!! - decía alborotado el padre Morlán.
- ..si...so..soy..Carlos Setién, de Layés - respondió el enano buscando la seguridad en la mirada de su tío.
- Tranquilo mozo, estás en casa de Dios y en tu casa...jajajaja... -

El padre Morlán, con un gesto, hizo que se acercaran los padres de Carlos Setién.
Junto al padre Cabarga y al tío Marcial, entraron todos en el sala del rectorado para últimar los últimos detalles sobre la estancia de Carlitos en el seminario.
Los Setién más pequeños, mientras tanto, trasteaban en el jardín de la entrada.
Carlos se divertía entre las piedras que adornaban el amplio jardín, no sin poder evitar el peso de unos gramos de incertidumbre en su cabeza.

Al cabo de una media hora, los tres sacerdotes y el matrimonio Setién salieron a la entrada del edificio, interrumpiendo el juego de los "Setienes pequeños".

- Carlos...¡Carlos!..ven cariño - dijó su madre con un tono dulce.
- ¿....ya....? - respondió el muchacho con ciertas reservas.
- Sí Carlitos, ¿dónde tienes la maleta? -

El momento era ese, no había otro.
En ese preciso instante Carlitos Setién pasaba a ser ya Carlos Setién, de diez años, natural de Layés.
Mientras se acercaba con la maleta, sus padres, tranquilos al parecer debido a lo hablado con el rector, se preparaban para despedir a su hijo.
No era un "hasta quién sabe", puesto que Carlos volvería a casa los fines de semana.
Pero si era un "adiós Carlitos".

Ana Setién, la madre, no pudo evitar emocionarse.
Manuel Setién miraba con orgullo a su zagal.
Marcial Setién sonreía.

Carlos Setién sujetaba su biblia en la mano derecha, su pequeña maleta en la izquierda y en una tercera mano imaginaria un saco de dudas.
Acompañado del padre Cabarga y del rector del seminario, cruzó el portalón que daba acceso al edificio.

Carlos Setién, de diez años, natural de Layés, empezaba ese año sus estudios en el seminario de Santander.



*Ecce Venio: Heme aquí







Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bueno, bueno,... no me gusta leer mucho, pero esto parece un pequeño libro en el que esperas con emoción el siguiente capitulo =D

Como se te puede ocurrir estas historias¿? Es que me tienes intrigado.

Un saludo

PD: cuarta parte... =)
Diego ha dicho que…
Habrá cuarta parte.

Y el final en breve, esta historia se está alejando de lo que inicialmente había planeado.

:-)
mgs ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
mgs ha dicho que…
tu lo has leido...¿?

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