Pasa y pasota

- No sé por qué me molesto en preguntarla si ha hecho la hoja de integrales que ayer mandé... - dijó el profesor Iturriaga.
- No tuve tiempo -
- Por supuesto señorita López, por supuesto... - contestaba el profesor Iturriaga mientras volvía al estrado
- Es verdad... -
- Por supuesto señorita López, por supuesto... - replicaba el matemático con sorna.

Anna se volvía roja cada vez que Pineda Iturriaga le sacaba a hacer integrales en clase, eran orillas diferentes en la misma isla.
Anna López Seguí no ocultaba su condición sexual ni sus ensoñaciones sobre la instauración de la tercera república, el profesor de cálculo, enaltecido por tales rasgos revolucionarios, proclamaba sus discursos fascistoides en medio del desarrollo de un problema de límites o alababa el buen hacer de la dictadura mientras resolvía una operación de cálculo financiero.
A la mínima que podía se enfrentaba con la chica de los ojos bonitos.

A la hora de luchar, a Anna se la ponían unos ojos preciosos, era una guerrera de la calma, con la paciencia y la palabra cómo escudo y espada; su contricante exhibía una poderosa barriga, que se dejaba ver a través del grasiento sudor de su camisa.
El profesor Iturriaga acostumbraba a levantar mucho la voz, con el fin de imponer así sus ideales, pero poco o nada tenía que hacer, frente a la dulzura con la que Anna López miraba a su contrincante.

Pero pese a la aparente inocencia de Anna, esta no dejaba de desear la muerte a su profesor cada mañana, con el fin de eliminar de su vida, y de la tierra, a semejante habitante del pleistoceno.

- Aquí ya no hay sitio para usted, su hogar sólo puede ser de pino y con una corona - pensaba Anna cada mañana mientras rogaba a quién sabe qué oscuro ser del inframundo.

Al alba de un día de Mayo, el profesor Iturriaga engullía su prototípico desayuno de hombre del jurásico; café sólo con cadena cope, y ración de galletas de la marca ABC.
Pero ese día cometió un gravísimo error.

- ¿Qué basura comes ahora, niña? -
- Es muesli papá, mil veces mejor que tus galletas rancias -
- Jojojojo...putos inventos de los alemanes, trae a ver, a ver cuánto asco me dan -
- Para tí todo - contestó la hija mientras se levantaba enfadada de la mesa (para variar).

Poco a poco el novedoso combinado de fruta y cereal fue pasando por la boca del profesor, renovando sus paredes estomacales, llenas de hollín y ceniza acumuladas con el paso de la historia y de la suya.

En un segundo, la cara del hombre pasó de un saludable color pastel a un terrorífico y asfixiante tono azulado.
Iturriaga soltó el periódico, y empezó a toser.
Se metió los dedos en la boca en busca del indeseable que estaba asfixiandole.
Echó sus manazas a la garganta, apretando muy fuerte.
Seguía tosiendo, esta vez de rodillas, revolviéndose por la cocina cómo un toro bravo.
Su cara era púrpura.
Tendido en el suelo, se agarraba con una mano al mantel de punto de la mesa.

- Aagggh...socorr....aghhh.... - gritaba sin fuerza el profesor.

Tras unos pocos minutos de lucha, el profesor acabo por rendirse.
No había nadie en casa.
Nadie pudo socorrerle.
Nadie pudo salvarle de una muerte tan irónica.

Murió por la novedad del desayuno.
Murió por culpa de los alemanes.
Murió por culpa de comer muesli.

Por culpa de una pasa.

Comentarios

Kt. ha dicho que…
.

¿Y una pasa es tan grande como para atascarse en esa horrible garganta?

Saluditos y gracias por tu visita en "Un cuento para ti".
Srta. M ha dicho que…
Anna es una chica especial, y le pasan cosas especiales, tengan que ver o no con pasas...
Miss O. ha dicho que…
[...pánico a una muerte...ridícula...]

...=)...

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