LA CUBA

- Rellene el impreso póngase la bata, y ya sabe.
- El procedimiento de siempre...jajaja.

David estudia segundo de bachillerato, su objetivo: medicina.
El árbol genealógico de los Mainar vestía bata blanca, y David Mainar no iba a ser menos que su padre, su abuelo, su primo...
El apellido Mainar sonaba a bisturí y olía a yodo por todo Valladolid.

Tenía sólo 17 años, pero ya se iba preparando para ejercer la hipocrática tarea.

Acudía una vez por semana a la Facultad de Medicina para visitar una y otra vez las salas del museo de anatomía "Doctor Saracíbar", una de las muestras de la materia más completas de toda europa.
Tras rellenar el formulario de rigor y visitar a su padre, David hacía su recorrido semanal.
Músculos, huesos, redes de nervios, cuerpos de niños, de viejos...sin duda alguna, un homenaje al conocimiento del ser humano.

Pero "la estrella" del museo era La Cuba de Cuerpos, una inmensa piscina en la que infinidad de cadáveres flotaban sobre un amarilleno líquido.
Un líquido que, curiosamente, olía bien.
Aunque el escondido olor a muerte se metía en la ropa sin quererlo.
En La Cuba de Cuerpos iban a parar los restos de vagabundos, abortos, o gente que quería donar su cuerpo a la ciencia médica, con el fin de ser estudiados por los alumnos de medicina de primer curso en la asignatura "Practicum de anatomía" de la que poseía la cátedra Antonio Mainar, el padre de David.

El joven aspirante a médico, recorría una y otra vez las salas del museo, anotando en su cuaderno rojo detalles nuevos que iban surgiendo en cada visita.
Un nervio, los huesos de la cabeza...su cuaderno estaba lleno de anotaciones y de dibujos, era un pequeño experto.

David aprovechó la mañana del veintidós de diciembre para ir a la facultad por última vez ese año, antes de que cerrara por navidad.
Estaba solo.
En su salsa.
Cometió la osadía de cerrar la puerta y quedarse a solas con sus tarros de formol y sus cuerpos.

Escribía, dibujaba, escribía, dibujaba...le quemaba el lápiz en las manos.
Miraba a un lado.
Corría hacia el otro.
Anotando, dibujando, corriendo, mirando, anotando, corriendo, dibujando...

Bendita locura.

-Soy médico, soy médico - jadeaba David Mainar.

Anotaba, corría, miraba, corría más, rompía una, dos y cuatro hojas.

-¡¡¡Soy un Mainar, soy un Mainar, soy un Mainar!!!-sollozaba el joven en desquiciante estado de shock.

Nada más se supo.

El siete de enero, tras la vuelta a las clases, Antonio Mainar reanudaba de nuevo el temario de "Practicum de anatomía".

-Bienvenidos señores, batas limpias, guantes limpios, instrumental limpio, y venga, al tajo...jajaja...veamos, que tenemos para hoy.

Antonio Mainar, leyó en voz alta el nombre de su inerte voluntario para ser diseccionado.

-Nombre: David
-Apellidos: Mainar
-Edad: 17
-Causa de la muerte:



Comentarios

Miss O. ha dicho que…
...hala, hala, hala...impresionante...me dejas blanca...


(...mira que yo siempre he tenido en la cabeza lo de la piscina de formol llena de cadáveres -a saber de dónde me lo sacaría-...pero luego empecé a estudiar y descubrí los congeladores de gran capacidad...;)...)

MuE
pinklady ha dicho que…
he pasado rápidito sin tiempo de leer tu relato, pero me parece que va a ser muy interesante ;-)
besazo!
Fernando García Pañeda ha dicho que…
Cosas que pasan sólo en las mejores familias.
Muy bueno.

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