EN MEDIO DEL ONCE

Sorbos de letras un domingo en Osca.

La carrera del sol.
Por enésima vez, te has levantado temprano con el reto de todos los domingos que duermes al lado del Isuela.
Esta vez no se te puede escapar la victoria.
El sol aún no ha despuntado por Barbastro, cuando tú y tus playeros echaís a correr río arriba con tal de derrotar al amanecer.
Vuelves a perder tras más de diez kilómetros de lucha.
El universo te ha vuelto a ganar.
Vencido el resto del día por el tiempo.

Al ladrón.
Una marabunta de zagales y padres te sorprenden en medio de tu paseo.
Corren persiguiendo un coche rojo que lleva una sirena naranja,
Son muchos y están bien organizados.
Las madres, tiritas y agua en mano, alivian el esfuerzo de la carrera.
Tras ellos, con suma paciencia, dos motos de policía.
Van a tener díficil descubrir quién fue el que cometió el atraco.

Sacrilegios.
Comprar una simple barra de pan es puro morbo.
La panadería invita a entrar, es grande, bonita, bien iluminada, y huele muy bien.
Aunque entre tanto azúcar y almíbar, hay hueco para la desgracia.
La buena mujer, entre sonrisas, te invita a que pruebes parte de sus crímenes.
Y se queda tan ancha.
Te la imaginas rondando los cementerios saco en mano.
Saqueando ermitas y santuaríos.
En busca de los dedos de Santa Teresa o las orejas de San Vicente.
Entiendes, por fin, que haya tanto gitano manco.


El escondite.
Hace bueno, te olvidas del abrigo en casa.
Pero no te fías.
El frío de Canfranc ya ha venido hace días y está esperando.
No sabes dónde.
Aguardando a que den las siete.

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