Así nos querrá también el altísimo

Mal asunto lo de ir a misa en los tiempos que corren, los curas, los curas gordos más bien, no dicen más que majaderías, aunque si conocemos templo en el que oficie cura obrero, a ese si que podemos ir, que nos contará cosas cercanas a la realidad, y llevará camisa de cuadros y botas.
Y puestos a encontrar caminos, pedregosos o no, que nos lleven al cielo por si las moscas, sin tener que pisar la iglesia, excepto para ver retablos y escapularios de los Santos Juanes, hagamos ejercicios espirituales en la calle.

La calle, la nuestras, la que vemos por la ventana, regalan gozo al alma y pulso firme a espíritus taquicárdicos.
Pasear por el barrio, con el aire cebado de vez en cuando por la papelera, oliendo las esquinas aunque tengan meados de chuchos, pero los nuestros al fin y al cabo.

Ir a por un kilo de tomates a los ultramarinos de la esquina, y dejar correr el turno para oler a la vez los encurtidos y las medias de señora mayor, que están a buen precio, por cierto.

En el Pisuerga, barrios barrios, hay; otra cosa es bajar al centro, que no es barrio ni es nada, y no puede uno redimir sus pecados, y luego están los de la Victoria, un día de estos se levantarán con la tontería y tirarán de muro y de río para independizarse.
Peinarse y disfrazarse es cosa obligada para ir más allá de la Catedral, pero allí no dan café, no saben hacerlo, ni te dejan leer el periódico, así es complicado ser pío.
Nos quedaremos en el barrio, que aunque no huela a colonia, es nuestro




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