Largos libres

A base de cenar cloro y de dar paladas con las manos o manotazos con las palas, he conseguido hundir a dos metros de profundidad un cerro de pasados.
Y al lado del vaso una pira con un montón de ropa negra maloliente, ajada por el tiempo, el sudor y las caídas; pero arde como si fuera sarmiento recién sacado de la cepa.

Ayer, ¡malditas pulsaciones de caballo!, me dieron las cuatro de la mañana hasta que por fin cogí el sueño, cosa que ha sido totalmente inútil, ya que para echarse a esa hora mejor no hacer nada, es mucho más interesante escuchar esos programas de radio que creemos que nadie escucha.
Lo viejo se ha quedado atrás, o mejor dicho, hundido y desinfectado por el cloro, que lo usen otros.
Me dijo uno muy listo, que de etapas sabe mucho, "ahora o nunca", pues ahora ahora, tendrá que ser ya, que no podemos andar con las raspas del traje negro a todos los lados.

He entregado las armas y los libros, sinónimos, por cierto, a mi se me ha olvidado todo, al menos eso he ido pretendiendo desde hace tiempo; parte de la indumentaria está hecha cenizas Cinca abajo, la verdad es que el acto de cremación quedó muy cuqui, en plan renovación y milongas varias; las paredes no echan de menos ni fotos ni gaitas, al final todo es o ha sido puro teatrillo.
Recuerdos a precio de saldo, la ganga del tiempo por el retrovisor, el trueque con el reloj que viene para recuperar las horas muertas.

No queda nada, el pasado es pasado y pesado; los huecos no han existido, no ha habido tiempo para pensar mucho, era cuestión de actuar, llenando de agua y campo a través, las estanterías.
Salir en los periódicos tiene su gracia, será que esto de apalear el agua y correr el monte da más beneficios, espirituales sobretodo, que lo otro.

Por fin un adiós, hasta siempre, buen viaje; y es que, Unamuno lo dejo bien clarito, "el progreso consiste en renovarse".


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