Vísperas


En nada darán las cuatro.



Cuántas veces llevo ya cogiendo este tren, no lo sé, pero sigo tan nerviosa como el primer día, pienso en dormir, en leer o qué se yo, el viaje dura, dura unas pocas horas, o muchas, ya no lo sé, mi cuerpo está hecho hoy de flan.

Leo, leo y releo tus mensajes una, dos, tres, mil veces, no guardo todos, los más bonitos los paso al papel.

Patearé los pasillos del tren unas cuántas veces hasta que me canse y a la fuerza tenga que sentarme a descansar, pero seguiré igual de nerviosa, o mucho más, acelerado mi corazón por el traqueteo, el vaiven del tren y la caminata, de mi asiento ventanilla hasta la cafetería y vuelta.

Son las seis y pico de la tarde, creo, vivo en un miniparaíso extraño que no me permite discurrir con normalidad, solo te tengo a ti en la cabeza, a nadie más, perdiendo hasta la noción del tiempo, y también del espacio, cuando siempre que pienso en ti, contigo rubio, proyecto en mi cine particular la película de nuestra historia.

Cuántas veces, cuántas veces he soñado ser gigante, y que con sólo dar un paso me presente delante de tus abrazos en un santiamén.
Cuántas veces me he convertido en mar, y me he bañado contigo sin que te dieras cuenta.
Pienso en la de ocasiones que me fijado en tu cara, cuando te asomabas de noche a la ventana.
Por pensar, ya que más da, soy un vagón de nervios, pienso en la cantidad de veces que me he entrometido en tus sueños, para soñar juntos.



Las siete según la radio.



Aún falta más o menos una hora para que vengas, pero he venido un poco antes a la estación, pensando en que a lo mejor el tren se adelante unos minutos.

Seguro que algún día pasa, capaz serás de tomar tú los mandos del tren por llegar tres minutos antes, yo creo que haría lo mismo, la gente que pueda o no pueda subir en las estaciones, realmente me dan igual, además, he leído que no te pueden detener por estas cosas, sería en todo caso, un delito pasional.

No sé si he cogido el teléfono, creo que hasta me he dejado las llaves colgando de la puerta, pero es que tenía la corazonada de que ibas a llegar un poco antes, y no quería dejar de saborear esos minutos extra que pueda pasar contigo, minutos que saben a horas, he salido un poco acelerado de casa, andando un poco más deprisa, por si acaso.
Han pasado unos cuántos trenes, todos de cercanías, pero quién sabe si en un momento hubieran pintado el tren de rojo en mitad del camino, y aparecieras tú en él.

Soñar, soñar al final no cuesta nada, y de momento nuestros sueños se van cumpliendo.



El tren apenas paró unos segundos en cada estación, lo que propició que llegase mucho antes.

Allí estaba él.
Bajo ella.

Y fueron uno.

 
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Imagen: "Atardecer en la Playa de San Lorenzo, Gijón"

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