Breve historia de un paraguas *

Me levanto desde hace dos días en un lugar un tanto extraño, incómodo, no es mi casa, está un poco sucio, es húmedo y tiene restos de servilletas.
El paragüero de circunstancia hace las veces de hostal barato, de idas y venidas de compañeros de varillas.
Creo que estamos a junio, primeros de junio, hace sol, pero a veces llueve mucho, se está bien por la calle, la cafetería y la terraza están llenas.
La prisa habrá hecho que esta sea mi casa por unos días, o eso espero, al menos es un bar bonito y céntrico.
Sólo puedo resignarme, porque no puedo hacer nada, echo de menos mi recibidor de Vasallos 21, y puestos a echar de menos, esas estanterías de Tejidos Santolaria, ese olor y de fondo musical la voz de Don Emilio cuando despachaba.
He envejecido diez años en dos días, el humo del tabaco me va mal, además no me gusta trasnochar, ni tampoco este barullo.
Soy un clásico, de asa Wellsmith marrón, varillas de metal con tela negra, lo de estar tanto de bares no es lo mio.
Supongo que Balaguer me echará de menos, vendrá mañana, digo yo, a echar el café de las siete aquí a La Verdadera.


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*Creado a raíz de una visión del pater familias.

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