Foto de recuerdo


Los vasos de plástico navegando sobre las aguas del Sareo, imaginando ser fragatas capitaneadas por almirantes de vidrio.
A un lado la guirnalda con banderas y flores, cojeando, aferrándose al aire para seguir viva una noche más.
La noche roza con los últimos metros de su vestido infinito la silueta del rascacielos.
Frente a ella, el día, despertando entre extrañas brumas de mediados de mayo por los cortados y viñedos de Vilas Tubón.
El rocío del alba hace frágil a todo el que se cruza con él, los papeles de la fiesta sucumben a la melodía de fina agua que se interpreta por la mañana, tocando el suelo, volviendo a la tierra de dónde salieron.
Aún queda gente amarrada a los bancos, emulando a aquellos navegantes, esta vez sin querer caer en la tentación de morir en otro dia.
La música dejó de sonar hace horas, queda el trino de los primeros pájaros que empiezan su reconquista diaria de la ciudad, tomando las calles por enésima vez, querer y no poder, la conquista de la calle a través de esos escuadrones entrañables.
Los caballos del carrusel, petrificados por la horrible visión de una medusa moderna.
Coquetas farolas, que seducen con su vandálico guiño de ojos.
Vino barato derramado por el empedrado y la alcantarilla, como si quisiera huir despues del crimen.
Retazos de la pólvora, gastada en una batalla de confeti y serpentina.
Cachivaches de la fiesta.
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Graciela Bello,"Melancolía de fin de fiesta", acrílico y collage, 60cm x70 cm

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