LA CASA DE LAS MUÑECAS

Otra terrible historia protagonizada por las hermanas Peñalver.

El tiempo era malo, pese a estar en mayo, se estaba empezando a levantar una extraña niebla a las cinco y media de la tarde.
Consultaron el mapa y echaron a andar monte arriba hasta el refugio de Las Vilas, que quedaba más o menos a unos cuarenta y cinco minutos de marcha, si todo iba bien.
Los dos montañeros respiraron aliviados al ver la silueta de la choza, podían estar tranquilos, recordaban así al malogrado Yagüe, ese que dicen que aún anda vagando por la montaña, a él se le echó la noche encima por valiente y la oscuridad lo engulló.

El refugio de Las Vilas está a unas cuatro horas de la cresta del Toral, a unos 2980m de altitud, el pico más alto de Sierra Mejía, por lo que era un buen lugar para pasar la noche, reponer fuerzas y estudiar la manera de hacer cumbre a la mañana siguiente.
Algo en el aire cargaba el tiempo de dolor.
El chamizo se utilizó en la guerra como nido de ametralladoras y torre de vigía, pero el reloj no perdona, ahora estaba dejado de la mano de dios, dando una protección mínima, pero suficiente.

El olor, el polvo y la humedad hacían que descansar fuera un bien de lujo, intentaron calentar algo de comida, pero el hornillo no quiso encenderse en esos momentos, se consolaron con tomar los alimentos fríos, bueno, al menos cumplían su función.
Buscaron por la dependencia un poco de madera y algún ingenio con el que hacer lumbre, entre arcones y estanterías recogieron algunos tablones y yesca para poder calentarse un poco.
Algo curioso se coló entre las maderas, eran los brazos de plástico de lo que en su tiempo sería una muñeca, el olor era insoportable, olía a caucho quemado.

El viento ahí fuera sonaba lastimero.
Revolvieron un poco por las cajas y siguieron encontrando varios juegos más de brazos, piernas, cabezas, troncos, que unidas entre sí, conformaban un pelotón de juguetes de niña demacrados por el abandono.

Todas las piezas estaban grabadas con una "P" en la espalda y la inscripción "Hijas de Juan Peñalver 1957".
La juguetería más famosa de Zaragoza, el comecio con más solera del país junto a Tejidos Santolaria.
Rebuscando y rebuscando, siguieron sacando más y más muñecas mutiladas, hasta que el tacto del montañero Serrada tocó algo diferente al plástico.

Horrorizado, blanco como la nieve muerta, alzó la cabeza del difunto Yagüe ante su compañero de cordada.
Sólo se oía la ventisca en Las Vilas, los dos montañeros, tiesos de la angustia salieron sobre sus pasos del refugio, presos del pánico y de la ansiedad sin rumbo fijo.
¡Qué temeridad!, gastando energías huyendo monte abajo, con la ventisca y la guadaña echando su aliento en sus nucas.
Dejaron todo el equipo en Las Vilas, junto a la cabeza de su compañero, con la "P" grabada a navaja en la frente. 



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