BALADA DE LOS VERBOS



Se nos va como un pez entre los dedos, esquivo y ágil como nunca, resucitado de su letargo para dar sus últimos coletazos antes de poner el punto y seguido.
Soles y lunas que vienen, que van, que esta noche confluyen en una coordenada mágica.
Explosión a las en punto, en ningún lado pone que tengan que ser las doce.
Cientos de minutos a lo largo de las horas para celebrar tu verdadero año nuevo, sesenta segundos, veinte si sólo te hacen falta veinte, pero son nuestros, para regodearnos en nuestra identidad, en la esencia de nuestro nombre.
Tiempo para nosotros, propietarios ciertos de lo único que nos pertenece.


Revolución.
Es el baile de los astros, la danza del cielo que se mece sobre una estrella.
Es el paso de los días, el quebrar de las hojas y de las horas.
Es ver pasar el tiempo, apuntalando cada minuto que pasa, en nuestras biografías.

Revolución.
Es ser que no somos nada, millones de puntos que forman un punto algo más grande, enfrentados al coloso gigante y desmedido de una, a veces, penosa humanidad.
Luchamos por el ser, inconformistas con el simple estar, dando movimiento a lo que nos rodea, peleando por cada sonrisa, bregando por cada lágríma.
De nuestros pasos y de nuestras manos depende que nuestro mundo y sus mundos sigan dando vueltas.

Revolución.
La tentación de detener el giro de la esfera nos deja en los labios un placer venenoso.
Un año por delante para pasar del estar al ser.
Movimiento frente a lo inerte.
Lo inerte sucumbe al movimiento.
¡Movimiento!

Renovación.
Lo nuevo alimenta la vida.
La vida agoniza cuando come y bebe lo de siempre.
¡Renovación!

Son nuestras pequeñas revoluciones, pero, son.



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Imagen de Valladolid al amanecer de un día, uno o dos, igual da.

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