Breve ensayo sobre la propiedad.

Aguante tantas noches en el mismo bar, que se me fueron acabando las excusas, lógicamente.
Mariano limpiaba vasos y contaba billetes mientras yo miraba la puerta viendo pasar a la noche por la calle.
A la una y media más o menos echábamos el cierre a la persiana, hasta mañana a la misma hora, las ocho once de la noche más o menos, cuando yo venía de mi tienda imaginaria de vender libros imaginarios, era mi trabajo, mi trabajo imaginario.

Cenaba en el bar antes de subir a casa, veía el partido si era día de copa, echaba lo suelto a la máquina y hablaba de lo que fuera con la parroquia, así aguantaba hasta la hora de cerrar, esperando a que pasases otra vez por el bar.
Después me iba a casa, me acostaba, descansaba y me volvía a levantar para irme a mi trabajo de verdad, con mi vida de verdad, por la noche repetiría el mismo ceremonial, a ver si la suerte cambia de acera y entra en el bar.

Aguante tantas noches como quince en el mismo bar, mi mujer ya se estaba empezando a molestar, no le faltaba razón, no eran horas de llegar a casa en días de diario y sin motivo aparente.
Ahora me dedico a pasear hasta una hora prudencial después de tirar la basura, la calle es más grande que un bar para encontrarte, pero guardo ese trozo de esperanza que me corresponde.


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(Te lo debía)

Comentarios

C27 ha dicho que…
woow! ya sabes lo que pienso, todo lo que escribes me llega muy muy dentro, transformas palabras en mundos reales :)

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