EL FINAL


Al dar las doce empezó su fiesta.
Sola, vacía, desprendiendo un aroma intenso a asfalto y a papel mojado; no hacía mucho que había pasado el último camión de la basura esparciendo una variedad nueva de confeti.

Mirando al cielo, unas lamparillas blancas, meciéndose con el poco viento con albahaca que soplaba por los cosos, insuflando realidad a la ciudad.
No queda  casi nadie, está todo vacío, la calle reposa sobre globos deshinchados y vasos cuarteados.

Andamos por el medio de la calle, casi sin hablar, disfrutando de esa propiedad efímera de la carretera para nosotros solos.
La música, a lo lejos quería sonar un poco más fuerte, pero era imposible, el calendario mandaba sobre todo.

Restos de la fiesta que se van calle abajo, por el empedrado, buscando la alcantarilla.
“Si amanece nos vamos”, parecían decir los últimos rezagados.

Amaneció.

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