Carta a mis treinta


No sé cómo se hace esto de escribirse a uno mismo, pero voy a probar.

Idolatrado y amadísimo yo:

Debería de ser un día más, otro uno de febrero, pero vaya, acabo de entrar en el club de los treinta y me siento, no sé cómo decirlo, me siento entre raro, tranquilo, expectante, contento…si, al fin y al cabo contento entre esa mezcla de sensaciones.

Me figuro que las llamadas y mensajes que reciba hoy se ajustarán al “manual para felicitar treintañeros”, es decir; ya has cambiado de dígito, se te acabó el carnet joven, bienvenido al club y un largo etcétera de tópicos típicos.

No esperaba ver amanecer mi nueva edad en Valencia, pero vaya, parece que de momento me quedo por aquí, hasta que alguien quiera, no sé si el altísimo o el President de la Generalitat, da lo mismo.

¿Qué puedo decir de estas tres décadas?, pues, sobre todo sobre todo, que me lo he pasado y que me lo estoy pasando muy bien y que los que me rodean me tienen por un sujeto generoso con los demás, aparte de ser para ellos una persona importante, aunque peco de modesto y no me termino de creer el peso que tengo en la vida de muchas personas.

No me ha acompañado la suerte, la suerte es para los perdedores y todo lo que he ido consiguiendo en todos los campos de mi vida ha sido a base de esfuerzo, de mucho trabajo, de mucho pelear, de echarle horas y también de carisma, si, porque tengo carisma, muy bien gestionada eso sí, no me afecta al ego.

La gente confía en mí, en mi celo para guardar secretos, en mi saber hacer y saber estar en los sitios, en mis dotes diplomáticas y en mi altruismo; también sé que soy un seguro de vida a la hora de animar el cotarro cuando toca e igualmente de crear seriedad cuando corresponde.

En su época cree mundos imaginarios, me creí personajes de la historia mientras tocaba el piano en casa los sábados a la hora del café, impartí justicia y exterminé razas enteras en la Alemania Nazi y lejos de parecer una idea descabellada, conseguí que mis amigos se embarcarán conmigo en un sinfín de aventuras, lo que nos hace pensar que más o menos todos enfermamos de la cabeza de vez en cuando.

¡Qué tiempos aquellos!, sorprende ver ahora, dónde y cómo están mucha gente de esa época…¿cualquier tiempo pasado fue mejor?

¿Y ahora qué?, pues de momento, a seguir disfrutando y aprovechando el tiempo en Valencia, sé, aunque no me lo crea, que se me van a abrir más puertas, aquí, en Valladolid o en alguna república bananera, no debo de agobiarme, que reine la tranquilidad, mi pasado me demuestra que soy capaz de todo y más.

Y creo que no se me olvida nada más, guardaré esta carta conmigo.

La próxima me la escribiré a mis cuarenta.

Me autofelicito.

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