Jubilee


- ¿Lo de siempre? ¿mejor algo más suave?
- ¿En serio?
- Vamos amigo, tu cara es un poema.
- No están bien las cosas Al, no están bien.
- Aguanta las lágrimas, me voy a servir un trago contigo, camarada.

Phillies era el maldito mejor bar de toda la cuarta.
Se salvaba el lugar de tragos de Peckys, más abajo, pero cerraba a las nueve.
Phillies era especial.
El maldito mejor bar de toda la cuarta, no cerraba nunca, tampoco si tenía la verja echada.

- No están las cosas bien aquí arriba Al.
- Te huelo desde hace años amigo, no tienes que contarme nada, DEMONIOS, hemos visto la sangre manando el uno del otro.
- Me arrepiento de haber aceptado la paga del gobernador, soy un sucio traidor.
- A ti.
- Claro, a mi. Dinero por callarme, si me viera mi abuelo, que en paz descanse. Pégame Al.
- No.
- Pégame, te lo pido por favor hermano.

Entre lazos de sangre, duele más el privar del deseo a un hermano que la más sonora y dolorosa de las bofetadas.
Pacto entre caballeros.
De esos que llevan sombrero, visten elegante, fuman como los dioses y beben mirando al Olimpo.
La clase.
Y en Phillies...
En el maldito mejor bar de toda la cuarta, la clase era la inicial de todas las noches.

- ¿Mejor?
- No sé...de momento ponme otro trago. Y cambia la música por favor, tengo a Miller clavado en el cerebro.

A escasos tragos, a un vistazo de la barra, la magnífica cupletista, Syra Banks, brindaba por una maravillosa velada.

- Ya puedo oler las portadas.
- Has estado de diez, cariño.
- Oh, ¿en serio?
- Sin duda.
- Curioso, hace una semana ni me conocías encanto.
- Bueno pe...
- Bebe, calla y paga cariño.


Phillies era el maldito mejor bar de toda la cuarta.

La clase.




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