Palomas a la Bahía

Nadie antes había pintado Cádiz como Antonio "El negro".
En su eterna oscuridad, de ahí el mote que le pusieron sus compadres, era capaz de pintar la magia sólo con tocar.
Sólo con oler.
Era eso, era la magia.
El encanto de la bahía.
De las Calesas a la Paz.
Parada en Santo Domingo, que hay que ver a la Señora.
Era pintar Cádiz, su "Caí" tan sólo con escuchar el romper de la ola.
Y al susurro.
Y a la envidia, que las estrellas querían también bajar a iluminar sus tinieblas.

Que se ponía en el paseo,
que sacaba la acuarela,
que subían las olas a besarle la cara.
y que bajaban los pajarillos a dormirse en su cabello.

Que al mirar al cielo,
de sus ojos mariposas,
al cielo de Cádiz,
en el azul más hermoso que sólo él adivinaba.

Y ese pincel mirando a la bahía,
alegre y al mecer de la brisa,
palomas alzando el vuelo,
palomas mar adentro,
id y contad que está pintando.
id y contad que hoy hay magia.
id
id y contad
que en su eterna oscuridad hoy sale la luna.

Y que estando en el paseo,
le dijo La Caleta,
Antonio, píntame.
Y El Negro pintó.
La sal y el olor.
Pintó la marea.
Y hasta bajo la luna de la bahía.
Y la noche se hizo eterna.


Sacaba el pincel.
Y lo dejaba que se acunase al son del Levante.
Viniera fiero, viniera manso.
Y el pincel bailaba.
Y el pincel pintaba.

El viento se posaba en la cara de Antonio "El negro",
el tiempo se paraba sólo para ver como corrían esos dedos por el lienzo.

Derrochaba gracia,
Cádiz de adivinaba en esa mirada.
Esa elegancia,
ese paso que llevaba al pintar.
¿Qué será?

Hasta cuentan las leyendas,
qué cuando pintaba la Catedral,
Cristo olía a la brisa de la mañana.

Derramaba sal y arte por los cuatro costados,.
hasta contaron,
hasta contaron que un día se paró la Caleta para posar bien guapa.
Otra vez.

En su eterna oscuridad,
En su eterna oscuridad siempre había Cádiz.

Siempre,
siempre había luz.


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Para ella.
Que cierre sus ojitos.
Y vuele.
Hasta dónde la sal te lleve.