La increíble historia del Coco Loco

- Espectacular.
- Más que espectacular, delirante.
- No tengo palabras.
- Y eso que mal no se te da.
- Bueno...
- Si, calla, anda.
- Bueno pero lo del martes aquel...
- Lo del martes aquel y lo del sábado aquel  y lo de...
- Va va, que la palabrera a veces se me revoluciona.

Espectacular fue lo de aquella semana entre agosto y septiembre de 1999.
Absolutamente todo.
Todo.
Y todo es todo.
Todo el azúcar del planeta se había evaporado y convertido en estrellas.

- En estrellas de azúcar, más monas...
- Hija mía, estrellas al fin y al cabo.

¿Y cómo es un mundo sin dulce?
¿Aburrido?
¿Menos noño?
¿Ásperete?

Bueno, es un mundo diferente.
Pero.
Pero siempre hay un pero.

Para esa falta de azúcar siempre hay un plan B.
Los románticos estaban nerviosos esos días, el caos se venía sobre sus cabezas.
El dulce caos.
Bueno, de dulce ya nada.

¿Qué sería de los poemas?
¿De los candados en las verjas?
¿Se habría muerto ya Alejandro Sanz?
Dicen que vieron a Pablo Alborán por un precipicio.

Pero, siempre hay un pero.
Una oquedad.
Un hueco en el planeta para hacer cosas bonitas sin hipotecar la producción mundial de almíbar.

Hay un agujero en el que cabían los momentos sin reloj.
También las canciones a deshora porque sí.
Los abrazos robados.
También los comprados a 70 euros el kilo.
Hueco para ir de puntillas y parecer más alto que ella.
Cenar y brindar.
Brindar y brindar.
Aplaudir a una torrija.
También para asaltar unicornios desde un pato hinchado a pulmón.
Hueco para pensar "soy imbécil"

-Eres imbécil
-Maldito agosto...
-Eras, eras...

Agujeros sin azúcar.
Con mucha ropa volando.
Botones en rompan filas.
Cremalleras rebeldes.
Cocos en Bora Bora.
Madrugadas infinitas.
Y calendarios con muchas ganas.

Y ganamos los dos.

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Martes de septiembre
Viva Suecia - A dónde ir
 


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