Octubres en Kailua



Vaya, otra vez.
No falla, temporada de tormentones y los aviones dando vueltas por Santa Mónica hasta que por aquí le de la gana despejarse.

Si, esto es el paraíso.
O al menos es lo que dicen que es.
Se parece al Edén.
Pero cuando cae, cae.
Se rompe el cielo en dos y caen goterones como cocos.
Y no hay palmera que lo soporte, así tengo yo las mías, que más que palmeras parecen funerales.

He de decir que esto es un rato al año, porque la mayor parte del año nos levantamos cantando el Aleluya de Haendel.

A lo que voy.

Me piden que describa Hawaii para un programa televisión.
Llevo poco aquí, creo que unos dieciocho años.
Poco o mucho, no lo sé, lo único que aquí llevar reloj no es importante, el tiempo va a otro ritmo, las manecillas son de otro rollo.
A la semana de estar aquí recordé eso del "pánico práctico", el sacarme de mi urbe, de mi tráfico lento...

Entre en eso, en un pánico muy útil, ya que ese pequeño trauma iba a desembocar en un estilo de vida con eso que aquí llaman "Ahonui" y "Aloha".
El sentimiento encarnado en "Aloha" me parece hermoso y a la vez un estilo de ver la vida, porque aparte de para saludarnos, sirve para lanzar un mensaje y un deseo de vivir la vida con amor, con amor a uno, con amor a todo, con amor y generosidad.
¿No te lo parece?

Bueno, que veo que me subo por las palmeras.

Mi día en Honolulu.

Alrededor de las siete menos algo mi cuerpo empieza a desperezarse,
el sonido del mar y algún que otro pajarillo altanero se adelantan a la alarma del móvil.
Lectura sosegada de la prensa a golpe de café en mi terraza con vistas.

Si, veo el mar.
Y lo huelo.
La prensa me dice que todo bien en las islas y que en Whasington más o menos, lo normal.

Voy caminando hasta la universidad, aquí el coche es un macetero caro.
Los comercios van abriendo según dicte el sol.
Aquí se duerme poco.
Es una ciudad con vida y no nos queremos perder nada de cada día.
Además hay gente ya al punto de la mañana.
Sí, el topicazo de gente corriendo por el paseo o los primeros surfistas que van a dar el desayuno a las olas, si.

Aunque lejos de los tópicos, os diré que lo hacemos por ese amor al medio que tenemos, amor a nuestra isla y a ese modo de vida "aloha" que os decía antes.
Somos sal y arena.
Palmera y océano.
Vivimos en algo parecido al edén.

Cuando dan las once, once y algo hacemos un parón en las clases.
Los más rancios se quedan en la cafetería, que para mi gusto, huele a sótano de hospital y hacen el peor café de todo el Pacífico.
Un día estuve en Sidney y olía mal desde ahí.

Decía, lo del parón.
Ah sí.
Los demás salimos al jardín inmenso del campus, nos solemos juntar todos y compartimos.
Pero compartimos todo eh.
Incluso lágrimas.

A las dos de la tarde suelo volver a casa.
Las cinco si tengo tutoría.
Y desde ahí hasta que veo las canas a la luna, al mar.
Goma, tabla y a vivir.

Volar en el mar es posible es cuestión de paciencia, ¿te animas?
También hay días en los que no estoy muy agudo y me clavo en la arena toda la tarde.
Estoy ahora con un libro de Luis Sepúlveda.
Sino, móvil, musiquita y que se venga Izal o los de Viva Suecia conmigo a la playa.
Cantan bien estos chiquillos, letrazas.

Y esto es Honolulu.

Te lo puedo resumir más y así te animas a pillar la primera barquita dirección Hawaii:
Nos gusta la vida, 
exprimir cada minuto, cada rayo de sol y cada canto de la luna.
No sabemos de prisas ni de relojes,
trabajamos, claro, cotizamos en bolsa, también, 
pero aquí el rollo es muy diferente.

No vas a estar siempre bebiendo de un coco o acariciando un Guacamayo,
eso está bien para las guías de viaje.

Aquí se piensa bonito y se quiere bien,
brindamos por el ahora, 
¿mañana? Ya veremos que dice la prensa sobre lo que pase aquí o en Utah.

Es el reino del sol,
la Atlántida por fin en superficie,
el calendario sin días,
es octubre,
pero siempre verano en nuestros corazones.

Te esperamos, 
Hawaii es eterno,
tanto como el oceáno,
y siempre hay dos hamacas reservadas,



Cierra los ojos,
respira fuerte y siente la sal como entra poco a poco por tu naricilla,
si te parece, descálzate y siente como la arena fina empapa tus pies.
El último rayo de sol de septiembre se acerca por tus piernas,
sube por tu cara y acaba enredado en tu pelo.
Testigo que coge la luna tropical,
que te arropa mientras te ves sentada en nuestras playas.

Ah.
Y sugus de piña, todos los que quieras.

Aloha






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