Blanco y violeta
No contabas con esa tarde, estaba fuera de tus planes, no la tenias anotada en la agenda. Sólo se podía esperar y rezar, encomendarte por una vez en tu vida a algún dios. A medida que pasan los minutos tus mucosas se van secando, lo que te obliga a ingerir todo el agua que te rodea para paliar tu sed. El plan B para esa tarde es continuar con la novela que tienes entre manos, pero eres incapaz de concentrarte, lees dos o tres páginas, que tienes que volver a releer, no estás concentrado. Intentas tranquilizarte, pero tu pulso en esos momentos está desbocado, la sangre explota en tu cuerpo, eres todo nervio, no cabe duda. Y de tus manos, mejor ni hablar, se mueven temblorosas, casi patológicamente, no estás ni para robar campanas. Enciendes la radio, la vuelves a apagar, para después volverla a encender. No puedes estar atento a nada, te puede la tarde del domingo, esa con la que no contabas. Intentas, solo intentas mandar un mensaje por el móvil, pero no sabes que poner ni a quién mand...